En esta tranquila esquina de la ciudad laberinto, rara vez las noticias de cambio llegaban. Parecía que la ciudad quedaría estancada en las últimas paredes que daban paso a un frondoso bosque. Sin embargo, un día, el bosque desapareció, fue cuestión de horas, quizá minutos; los muros, el concreto y asfalto escalaron los cerros. La ciudad laberinto había llegado y con ella el ruido, el encierro, la sobrepoblación.